
En el panorama político y social actual de Colombia, parece que vivimos atrapados en una narrativa que bien podría haber salido de las páginas de Ulises de James Joyce. Por un lado, el país experimenta un flujo de conciencia colectivo, donde las voces de los ciudadanos, los movimientos sociales y las comunidades históricamente marginadas emergen con fuerza, exigiendo ser escuchadas. Por otro lado, las instituciones y los líderes políticos parecen moverse como las rocas errantes de Joyce: fragmentados, desconectados y sin un rumbo claro.
El flujo de conciencia de Colombia se manifiesta en las protestas sociales, los llamados a la justicia ambiental y las demandas de equidad. Estas voces, como el monólogo interior de Molly Bloom, están llenas de pasión, contradicciones y esperanza. Sin embargo, el desafío radica en transformar estas reflexiones en acciones tangibles que beneficien a todos los colombianos, especialmente a aquellos que han sido relegados al margen de la historia.
Mientras tanto, las rocas errantes representan la fragmentación política y la falta de cohesión en la toma de decisiones. Los debates interminables en el Congreso, las disputas entre partidos y la polarización social reflejan un país que parece moverse en círculos, incapaz de avanzar hacia un destino común. Esta desconexión no solo frena el progreso, sino que también alimenta la desconfianza en las instituciones, debilitando aún más el tejido social.
Para superar este dilema, Colombia necesita un capítulo de reconciliación, como el encuentro entre Bloom y Stephen en Ítaca. Es esencial que los líderes políticos y sociales encuentren puntos en común y trabajen juntos para construir un futuro inclusivo y sostenible. Esto implica no solo escuchar las voces del flujo de conciencia, sino también integrar sus demandas en políticas públicas que promuevan la justicia social y el desarrollo equitativo.
Estamos listos para escribir un nuevo capítulo en la historia de Colombia. La respuesta no está en las instituciones ni en los líderes, sino en las manos de cada ciudadano que, con su voz y acción, puede transformar el flujo de conciencia en una narrativa coherente y las rocas errantes en un camino hacia el progreso.
Corchazo: Porque, como decía George Bernard Shaw, “El mundo se compone de aquellos que actúan y aquellos que miran. Colombia debe decidir de qué lado quiere estar.”
Por Giovanny Gómez